Muchas personas sienten algún malestar, o incluso llegan a enfermar, cuando toman leche o algún derivado lácteo, sin ser conscientes de ello hasta que no descubren que, en realidad, son intolerantes a la lactosa. Pero, ¿Qué es realmente la intolerancia a la lactosa?
En este post intentaremos ofrecer información de interés sobre las causas, síntomas, diagnóstico y tratamiento de esta patología, así como una serie de recomendaciones dietéticas para la prevención y tratamiento de la misma.
Comencemos por comprender la enfermedad en sí.
Entre los componentes de los lácteos existe un azúcar que se denomina lactosa, se trata de un disacárido compuesto por glucosa y galactosa. La lactosa es el principal azúcar de la leche y los derivados lácteos. Cada 100 mL de leche contienen 5 gramos de lactosa. Esta cantidad es prácticamente la misma en la leche entera o en la desnatada, independientemente de si la leche es de vaca, oveja o cabra.
En nuestro sistema digestivo, la encargada de descomponer la lactosa en los azúcares sencillos que pueden ser absorbidos eficazmente por el intestino, es una enzima llamada lactasa producida por el intestino delgado. Cuando los niveles de esta enzima son muy bajos, no somos capaces de digerir la lactosa, ya que, al no poder descomponerla, llega al intestino grueso, donde sufre una fermentación bacteriana, generando la aparición de un conjunto de síntomas conocidos como intolerancia a la lactosa.
Estos síntomas, que pueden aparecer entre 30 minutos y dos horas después de la ingesta de productos lácteos, aunque no son una amenaza inmediata para la salud, sí que pueden ser problemáticos e incómodos para aquellos que los sufren. La variedad e intensidad de los síntomas depende de cada persona, y pueden incluir: falta de aliento, náuseas, vómitos, dolor o hinchazón abdominal, flatulencias, sarpullido alérgico, calambres abdominales, o diarrea.
Si se han experimentado estos síntomas tras el consumo de productos lácteos no solo de manera puntual, sino en repetidas ocasiones, se puede sospechar de una intolerancia a la lactosa en mayor o menor grado. Para confirmarlo, es necesario acudir a su especialista, que le aconsejará sobre las pruebas diagnósticas que pueden realizarse para confirmar la patología.
Las pruebas diagnósticas tradicionales para confirmar la capacidad de absorción de lactosa son: la biopsia de duodeno, la prueba de la tolerancia a la lactosa o el test de hidrógeno en aliento. La primera de estas pruebas consiste en un procedimiento altamente invasivo. Las otras dos pruebas, pese a no ser especialmente invasivas, consisten en la ingesta de una elevada cantidad de lactosa para relacionar, en el primer test, un incremento de la glucosa en sangre con una apropiada digestión de la lactosa, o en el caso del test de hidrógeno, un incremento de la cantidad de hidrógeno exhalado tras la malabsorción de la lactosa, lo que genera la fermentación produciendo un incremento de los niveles de hidrógeno.
En los últimos años se ha incorporado al mercado el test de la gaxilosa en orina, un test que, a diferencia de los mencionados, no es invasivo y no genera en las personas intolerantes, el malestar que generan los métodos anteriores, basados en la ingesta de altas cantidades de lactosa. Este nuevo método se basa en la administración oral de una pequeña cantidad (solamente 0,45 g) de gaxilosa, un análogo a la lactosa que puede ser degradado por la lactasa intestinal en glucosa y xilosa. La cantidad de xilosa excretada en la orina se correlaciona por lo tanto con la actividad de lactasa intestinal, lo que representa una medida directa para el diagnóstico de la intolerancia a la lactosa. A pesar de ser un método preciso y no invasivo, la medida de xilosa en orina, requiere de equipamiento caro y voluminoso, lo que limita su uso a los laboratorios centrales de los hospitales con la consiguiente espera de los resultados.
En este sentido, BIOLAN HEALTH ha desarrollado, junto a VENTER PHARMA, una solución Point of Care (PoC) para la medida de xilosa en orina: el sistema OSAXYL. Un dispositivo portátil, preciso y sencillo de usar que en solo 30 segundos es capaz de cuantificar la xilosa presente en la orina e indicar si el paciente es intolerante a la lactosa. Una herramienta muy valiosa que permite obtener un diagnóstico de forma inmediata en la propia consulta del especialista.
Una de las cuestiones que suelen surgir tras una confirmación del diagnóstico es: ¿por qué no genero suficiente lactasa? La producción insuficiente de lactasa intestinal puede aparecer en tres situaciones distintas:
- Déficit congénito de lactasa, en el que la ausencia absoluta de lactasa desde los primeros días de vida se debe a una cuestión genética.
- Déficit secundario de lactasa, que ocurre cuando a consecuencia de una enfermedad intestinal se pierde temporalmente la capacidad de producir esta enzima.
- Déficit primario adquirido de lactasa, en el que la lactasa se expresa correctamente desde el nacimiento, pero con la edad se va perdiendo la capacidad de producción de esta enzima.
Se estima que al menos un 65 % de la población mundial es intolerante a la lactosa, existiendo poblaciones o regiones en las que la frecuencia de esta enfermedad es significativamente mayor que en otras.
Aunque por el momento no hay cura para esta enfermedad, se pueden reducir los síntomas controlando la ingesta de productos con altos contenidos de lactosa.
En este sentido, hay que tener en cuenta que la leche y los lácteos en general, son un grupo de alimentos muy completo y equilibrado, cuyo consumo se recomienda en todas las edades de la vida ya que aportan proteínas de alto valor biológico, grasa, vitaminas, potasio y calcio. De hecho, la leche y sus derivados, como el queso o el yogur, son el grupo principal de alimentos para cubrir las necesidades de calcio y vitamina D de la dieta, fundamentales para una buena salud ósea, por lo que limitar o eliminar completamente los lácteos de la alimentación puede dar lugar a situaciones de malnutrición, por lo que lo mejor es adecuar los hábitos alimenticios a la patología. Los productos lácteos tienen distintas cantidades de lactosa.
Los intolerantes a la lactosa pueden llegar a tolerar pequeñas cantidades de lactosa, por lo que pueden experimentar con los distintos derivados lácteos para encontrar opciones nutricionales adecuadas que no les generen molestias estomacales. Por ejemplo, los quesos duros bajos en grasa tienen apenas trazas de lactosa. Otra opción es optar por yogures u otros productos lácteos fermentados como el kéfir, que, además de presentar menores contenidos de lactosa que la leche, al contener bacterias vivas beneficiosas para el aparato digestivo ayudan a digerir la lactosa. Otra opción es sustituir los lácteos normales por lácteos sin lactosa, en los que la lactosa ha sido previamente degradada a los azúcares simples para facilitar su digestión.
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